"«Amor verdadero y grandes aventuras», yo creí en eso en cierta ocasión. Pensé que mi vida iba a seguir esos derroteros. Rogaba porque fuera así. Está claro que no lo fue, pero no creo que todavía existan grandes aventuras. Hoy en día no hay nadie que desenvaine la espada y grite: «Hola, me llamo Íñigo Montoya. ¡Tú mataste a mi padre; disponte a morir!»
Y del amor verdadero también os podéis olvidar. Yo ya no sé si hay algo que quiera de verdad."
La princesa prometida.

domingo, 31 de marzo de 2013

Fue mortal.

Ella decía que poco a poco nos fuimos separando y se le creaba una especie de agujero negro en el estómago cada vez que lo pensaba. A mí, sin embargo, me dolía todo más cada vez que pensaba que me habían separando y no que nos habíamos separado. Como si, repentinamente, llegase una fuerte borrasca que arrasara con todo o un huracán que lo partiese todo por la mitad. Pero, si soy sincera, no estoy segura de que así fuera. Creo más bien que todo era tan especial que se nos empezó a quedar grande. Tan grande que no pudimos controlarlo. Aunque yo lo hubiese hecho, lo juro. Hubiese podido con esto y con mucho más. ¡Para una vez que tenía algo especial en mis manos! ¿Por qué iba a echarlo a perder? Pues bien, un día cualquiera, abrí los ojos y... Fin. Una pantalla negra donde no se veía nada. La función había terminado. Hasta ahora. Y no está parada ni hay una segunda parte, nada. Ha terminado. Y el fin nos lleva a un nuevo principio. El problema empieza cuando sabes que jamás existirá un nuevo principio tan insuperable y mortal como el anterior.

2 comentarios:

  1. Esta entrada... me ha impactado mucho más que las demás. (No me preguntes porqué, porque ni siquiera yo lo sé). Pero me ha encantado, de verdad.

    Besos.

    ResponderEliminar