"«Amor verdadero y grandes aventuras», yo creí en eso en cierta ocasión. Pensé que mi vida iba a seguir esos derroteros. Rogaba porque fuera así. Está claro que no lo fue, pero no creo que todavía existan grandes aventuras. Hoy en día no hay nadie que desenvaine la espada y grite: «Hola, me llamo Íñigo Montoya. ¡Tú mataste a mi padre; disponte a morir!»
Y del amor verdadero también os podéis olvidar. Yo ya no sé si hay algo que quiera de verdad."
La princesa prometida.

Invierno

Menos mal que existe. 
Y menos mal que sé que existe. 
A mí diciembre me venía grande hasta que se metió en mi habitación y la decoró como si llevase todo el año siendo navidad. Mi habitación estaba bonita cuando estabas tú dentro. Quedabas bien. Quedábamos bien, dentro. 
O yo dentro de ti. 
O respirándote. 
Quedábamos bien subidos en la noria con las luces encendidas y el frío estableciéndose en cada rincón de cada hueso. Respirándonos. 
Nos recuerdo a un árbol. Echando raíces, siendo fijos, quedándonos y permaneciendo. Nos recuerdo a un mismo árbol, mismas raíces, mismas ramas entrelazadas y mismo papel. Y cada vez que algo me recuerda a ti, nos recuerdo.
Cuando estoy contigo estoy donde quiero estar, donde queremos estar. 
Y supongo que no estoy sola, simplemente estoy sin ti. Estar sin ti, es estar sin mí. 
Y estar sin nosotros es lo más parecido al invierno. 
Eres casa, hogar y familia y me quedaría a vivir colgada de tus manos y cosida a tus vértebras. El reflejo de nuestras pupilas tiene unas vistas mejores que Nueva York desde el Empire State o París desde la Torre Eiffel. En tus ojos están los míos y mirarme desde ahí es mirarnos. 

Y yo sé que diciembre me venía grande pero es que ahora nos llega por los talones y este frío se ha convertido en un incendio cuando estoy contigo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario