Menos mal que existe.
Y menos mal que sé que existe.
A mí diciembre me venía grande hasta que se metió en mi habitación y la decoró como si llevase todo el año siendo navidad. Mi habitación estaba bonita cuando estabas tú dentro. Quedabas bien. Quedábamos bien, dentro.
O yo dentro de ti.
O respirándote.
Quedábamos bien subidos en la noria con las luces encendidas y el frío estableciéndose en cada rincón de cada hueso. Respirándonos.
Nos recuerdo a un árbol. Echando raíces, siendo fijos, quedándonos y permaneciendo. Nos recuerdo a un mismo árbol, mismas raíces, mismas ramas entrelazadas y mismo papel. Y cada vez que algo me recuerda a ti, nos recuerdo.
Cuando estoy contigo estoy donde quiero estar, donde queremos estar.
Y supongo que no estoy sola, simplemente estoy sin ti. Estar sin ti, es estar sin mí.
Y estar sin nosotros es lo más parecido al invierno.
Eres casa, hogar y familia y me quedaría a vivir colgada de tus manos y cosida a tus vértebras. El reflejo de nuestras pupilas tiene unas vistas mejores que Nueva York desde el Empire State o París desde la Torre Eiffel. En tus ojos están los míos y mirarme desde ahí es mirarnos.
Y yo sé que diciembre me venía grande pero es que ahora nos llega por los talones y este frío se ha convertido en un incendio cuando estoy contigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario