"«Amor verdadero y grandes aventuras», yo creí en eso en cierta ocasión. Pensé que mi vida iba a seguir esos derroteros. Rogaba porque fuera así. Está claro que no lo fue, pero no creo que todavía existan grandes aventuras. Hoy en día no hay nadie que desenvaine la espada y grite: «Hola, me llamo Íñigo Montoya. ¡Tú mataste a mi padre; disponte a morir!»
Y del amor verdadero también os podéis olvidar. Yo ya no sé si hay algo que quiera de verdad."
La princesa prometida.

lunes, 31 de diciembre de 2012

Así terminó 2012.

Pero sin taxi, sin juntos y sin separados. Simplemente terminó sin rastro de ti, de nada. Y  no sé ni por dónde vas ni a dónde quieres llegar ni dónde diablos estás. Maldito el día que acabó ese año.
1999-2009. Resulta que esas fechas son reales, nada de ciencia-ficción ni cuentos mitológicos.

2009 acabó con una Luna tan grande que se veía desde el rincón más escondido del mundo, del universo. 2009 acabó con un taxi al que quisiste acompañarme pero desaparecí. 2009 acabó con nuestras manos y nuestros cuerpos soldados. 2009 acabó con una historia por empezar, con música de fondo, con Llévame al baile y con un 'vale' para afirmar. 2009 acabó para que pudiese entender 1999 y lo entendí. Y por eso tenemos historia y por eso somos eternos y por eso siempre hablo de ti. Eres eterno porque yo quiero que lo seas pero el día que deje de escribir sobre ti o sobre nosotros, dejarás de serlo. La eternidad se esfumará y tu te quedarás en lo que fuiste antes de 2009. Ese 9. Ese jodido y maldito 9.

Y te quiero. Te quiero tanto... Capullo, estúpido. Joder, te quiero. Y te quiero, te quiero. Y tú no tienes ni idea o sí tienes y lo ignoras todo y me ignoras. El siervo será el amo. ¿Quién inventó esa frase? Me ha jodido la vida. El amo será el siervo y así voy. No me lo creo ni yo. Te quiero y te vuelvo a querer y te he querido y te querré y yo qué sé cuántas conjugaciones hay más. Esto no ha terminado. Que te superen me dicen, ¿de qué hablan? ¿Qué quieren o qué pretenden? ¿Cómo te voy a superar? Te quiero. ¿Tú sabes qué es vivir independiente, sola, hacer lo que quiera pero queriendo a alguien? No siento un vacío, estoy llena. Tú me llenas pero no te tengo. Es divertido, así nunca me canso de este juego. Te quiero y odio quererte y me encanta porque me haces sentir viva. Y te echo de menos y me acuerdo de cómo terminó 2009, me acuerdo de cómo empezó 2010, de cómo tuve la mejor vida. Y me odio. Ahora me odio a mí. Y te quiero y te quiero. Te quiero, te quiero, te quiero. No sabes cuánto te quiero. Y no sé si de verdad o de mentira pero lo hago.

En fin, menos mal que todo esto termina ya y que este diciembre no he tenido que mirarte a los ojos.

domingo, 30 de diciembre de 2012

Los balances de cada 30 de diciembre.

No sé si hice una lista de cosas por cumplir en 2012 pero si la hice te aseguro que no se ha cumplido nada. Sea lo que sea todo esto ya termina y dejo atrás todo lo que necesito olvidar. En una frase: ha sido un año de mierda. Me han jodido desapareciendo de mi vida sin sentido dos veces seguidas, me han utilizado y he utilizado, he tirado por la borda la relación de mi vida que más odiaba, no lo he olvidado, he roto dos corazones y han intentado romperme uno que no existe.
No podré contar qué ocurrió ayer, fue hace tanto tiempo que el sol se ha vuelto a poner. 
No sé por qué tenía la sensación de que 2012 no sería una buena cifra y, créeme, no lo fue. Y, bueno, siempre digo que el 13 no da mala suerte, ni siquiera buena. El 13 nació mi abuela pero también hay personas que se han ido el 13. No sé qué pensar. Por eso, está equilibrado y me gusta el equilibrio.  Tú me desequilibras y no me gusta, o sí; todavía no lo sé.
Estos meses han sido raros y eso que ha sido un año bisiesto, adoro los bisiestos. Adoro la rareza de febrero y adoro febrero. Y febrero me llevará a París y, Dios, no sé cómo explicarlo.
Con vivos, muertos, brindando juntos por un año más, un año menos. 
Ya he crecido, sé decir adiós y no me importa. Ya no duele como hace años. Ahora las cosas vienen y se superan y ya está, a otra cosa. No es tan difícil, no sé por qué me he complicado todos estos años. Además, yo también me voy. De hecho, suelo ser yo la que siempre se va. Es raro que este año te hayas ido tú, desconocido que quería conocer. No me dejaste, me alegro; hubieses dolido más pero "de todo se sale". Eso  me dijeron hace poco cuando me puse a huir (para variar). Está bien la frase y lleva razón, podemos salir de todo si queremos y yo no quiero. Por eso te escribo todos los días, estés donde estés. Yo sé que lo sabes, siempre lo sabes.
Ella legó tarde, no vio a nadie, fue directa a dormir. En vez de su piedra encontró una fiesta en su salón...
Si este año he sido feliz no te imaginas cómo voy a serlo en 2013. Ni yo puedo llegar a imaginármelo. Y tú vas a estar sin estar, otra vez y me gusta, me encanta. Me haces sentir viva, gracias.
Poco más. No, no he soportado estos doce meses ¿y qué? Ahora vienen nuevos tiempos.

Feliz 2013 y hacer mucho el amor, que siempre viene bien.

lunes, 17 de diciembre de 2012

.

Y aparece una bandera de España que usábamos para apoyar a la Selección aquel mes de julio, fotos viejas donde no nos reconozco y rotas y dobladas, pulseras descosidas, anillos gastados, billetes de tren que unían la primavera con el verano en el Puerto de Santa María (con tus piernas ardiendo en el salpicadero), papeles mal recortados donde apuntábamos títulos de películas para que el azar eligiese qué veíamos aquella noche, un paquete de palomitas vacío de las mañanas que compartíamos entre semana, los cigarrillos que nunca nos fumamos no sé por qué, el lazo que cogía para jugar con una parte de tu vida, el pos-it mal escrito donde nos recordábamos que teníamos que irnos a vivir a un ático en 2013, chapas de CocaCola y teclas del teclado de un ordenador con tu inicial, entradas de cine para las primeras citas, tickets de todo aquello que me regalaste y que me da miedo utilizar, todo lo indestructible que acabé destruyendo. Todos los recuerdos estúpidos que nunca he destapado o, mejor dicho, todos nuestros malditos recuerdos.

No recordaba ni la mitad, porque la memoria es traicionera y porque en dos años no he tenido el valor de volver a abrir esa bendita caja que guarda todo aquello que yo he decidido borrar. 

Pienso en la vida que voy a perderme.


Recuerdo que al llegar ni me miraste. Fue sólo una más de cientos y, sin embargo, fueron tuyos los primeros voleteos. Cómo no pude darme cuenta que hay ascensores prohibidos, que hay pecados compartidos y que tú estabas tan cerca. Me disfrazo de ti. Te disfrazas de mí. Y jugamos a ser humanos en esta habitación gris. Muerdo el agua por ti, te deslizas por mí. Y jugamos a ser dos gatos que no se quieren dormir. Mis anclajes no pararon tus instintos, ni los tuyos mis quejidos. Y dejo correr mis tuercas y que hormigas me retuerzan. Quiero que no dejes de estrujarme sin que yo te diga nada. Que tus yemas sean legañas enganchadas a mis vértices. No sé qué acabó sucediendo, sólo sentí dentro dardos. Nuestra incómoda postura se dilató en el espacio. Se me hunde el dolor en el costado, se me nublan los recodos. Tengo sed y estoy tragando, no quiero no estar a tu lado. Me moriré de ganas de decirte que te voy a echar de menos. Y las palabras se me apartan, me vacían las entrañas. Finjo que no sé, que no has sabido. Finjo que no me gusta estar contigo. Y al perderme entre mis dedos te recuerdo sin esfuerzo...

...Me moriré de ganas de decirte que te voy a echar de menos.

(Y que te he echado de menos y que te echo de menos y que no quiero perderme una vida sin ti; que no quiero una vida sin nosotros y que no quiero vivir algo que no es nuestro. Yo quiero nuestra vida, nuestra historia, nuestra casa y nuestra eternidad.)

Y poco más.

Tan tú, como febrero.

Y su nombre tan capicúa como ella, como nuestra historia y como la vida que va y viene. Viene y va. Capicúa. Así, rara. Y el imán que lleva en su cuerpo y no deja que me separe de la cama y que caiga en picado y que no sea capaz de alejarme. Como decía un grande: La vida son ironías en forma de capicúa. Y más tarde o más temprano, todo vuelve a un punto inicial.
Y tú tienes esa forma y tu cuerpo es un sinfín de ironías que no comprendo. Y los incendios que creas y yo qué sé, no sé qué estás haciendo conmigo y con tu nombre en mis neuronas y tu sonrisa en mis retinas y tu ropa y tu pelo y todo lo que nunca seré y todo lo que nunca tendré y pude tener y algo más que no recuerdo.
Y otra vez la forma inhumana que tienes para engancharme, ¡por Dios! Y tiras todo por la borda por mí y yo, en fin, lo de siempre. Ese concepto claro de querer estar sola y tu jodido y perfecto nombre que no se borra y que aparece hasta en las canciones. Y que con tus primaveras te voy a construir un año inolvidable.
Y aparecen tus rarezas que me contagian y no se van y me influyen y otra vez pienso en ti. Rarezas. Me quedo corta. Infinitas rarezas. Y tu afán por seguir ahí, por luchar, porque 'quien la sigue la consigue' y no te mueves. Y no sé si reír, si llorar, si quererte, si dejar que me atrapes o si.
Cómo borrar a alguien de su cabeza para seguir adelante. Simplemente le pregunté: '¿Y quién dijo que tienes que olvidar?' En mi caso, olvidarte sería renunciar a mí mismo.
Y no puedo renunciar a mí, ni a ti, ni a lo que no existe. Ni lo que fue. Fue bonito lo que no fue. Lo que recordamos porque no sucedió, lo que está ahí pero sin vivir. Que sigue pero no avanza. Y que por qué no hay oportunidades en el aire. Bueno, no; sí que hay. Que por qué no cogí las oportunidades. Y tú sí y yo no. Y tú tan sí y yo tan no. Tan femme fatale. 


Y sí, hablo de ti. Como nunca. El nunca es nunca y el siempre también. Y ya lo sabes: 'en cierta manera conocerte me ha cambiado un par de veces la vida, entonces y ahora.'


Y poco más. Vuelve tu capicúa. Tus ironías. Tu amor perdido. Tu Ron y tu Vodka. Y tus frases. Niña Imantada, suenas bien. Incluso bajo seudónimos. Incluso donde sea. Tan tú.
Y tus 'te quiero tanto que podrías contarme tu vida y te escucharía.' 
Y me muero cuando te vas, cuando terminas tus risas, cuando decides desaparecer y cuando gritas todo eso que nunca te dije.
'Yo creo que si tú no existieras no habría encontrado una parte de mí.' Y lo sueltas y te callas y te vas y me muero y no sé si es cierto. Si soy parte de ti. Si eres parte de mí. Y por qué tú y nadie más.

No lo entiendo. Y me da igual. Me gusta así, me gusta que no lo sepas, me gusta no saberlo.

Tan capicúa, tantas rarezas, tan tú, tan nadie.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Tú nunca caerás.

El invierno se inventó para que me trajeses el café a la cama, la tostada hecha y la persiana dejando entrar los rayos leves del sol. Para que volvieras. Te pasaras por aquí y convirtieses la ciudad en nuestra ciudad. Se inventó para no pasar las noches solos, dos cuerpos ardiendo y soldados. Que diciembre se va y no has vuelto por aquí, donde se juntan dos ríos y hacen fuerte a la corriente. Y la Luna no está, dónde coño estará la Luna que nos salvó tantas veces.

Nunca llegas, ya es costumbre. El café se ha enfriado y la cama hecha a la perfección porque nadie se tumba sobre ella. Y tú ahí, como si nada. Apareciendo cada mes de abril sin querer pero queriendo. Un día al azar, normalmente un miércoles. Sí, un miércoles cualquiera pero que termina por no ser cualquiera. Para mí es el mejor miércoles del año. Para ti el miércoles cualquiera en el que nos cruzamos en el sitio de siempre. Odio abril y me encanta. Porque se mezcla mi parte azul con el verde de tus ojos y poco más. Y me conviertes la primavera en invierno y no hablas y me desespero y me tomo un vaso de más. Ya sabes lo que dicen, echar un litro de más es echar a alguien de menos. O algo así era, no me acuerdo. Qué más da.  Pero tú siempre tú y yo siempre tan distante físicamente y tan cercana... Cercanos... ¿Te acuerdas de mí? Juraría que sí. Juraría que cuando tienes las manos congeladas a las ocho de la mañana te acuerdas del tiempo en el que existía la eternidad y las calles las ponían sólo para nosotros. Y juraría también que ahora no tienes a nadie que te estruje hasta hacerte explotar y que, de alguna manera, nadie ha rellenado el vacío que te quedó. Descuida, yo estoy más vacía. Y ahora un poco más de lo normal. Pero bueno, tú siempre dejas más huella que cualquier persona sobre la faz de la Tierra y te odio por ello. Te odio mucho. Te odio tanto que no lo soporto. Te odio tanto que no entiendo cómo mi odio no te ha destruido. Podría derrumbar cualquier cosa por mi odio hacia ti o hacia mí, todavía no lo sé.
Ni siquiera nos encontramos de manera casual y sé que hemos coincidido en la misma manzana a la misma hora. Al irme entraron tinieblas, como en la canción.
Y al preguntar si está más animada, inspira y dice que al irse él entraron tinieblas.
No entraron al irme, entraron el día que no me dejaste volver. Y lo sabía pero necesitaba volver. Se supone que el 'para siempre' se convierte en 'nada'. Y no, aquí es al revés y no sé si será porque nos gusta ir a contracorriente: la 'nada' se ha convertido en el mayor 'para siempre' de la historia. Y es verdad.

El invierno se inventó para meternos en la ducha, romper las ventanas y colarnos por ellas, escribir en los cristales empañados y juntas iniciales que separadas sólo son letras sin significado ninguno. Ya lo sabes, tú nunca caerás; ya te caíste conmigo. Aun así, te has equilibrado y me has desequilibrado y aquí estoy y allí estás. Como si no pasara nada, como dos desconocidos que se conocen a la perfección. Como dos personas independientes y sin conexión. Como si negaras que hay un hilo invisible que nos une, como si pudieses querer otra vez, como si te fueses a dormir sin pensar en mí, como si no recordases cada banco en el que nos sentamos o cada día en la playa o en tu cama o en la mía o viendo películas o riendo sin parar o llorando o no sé. Como si no recordases el día que decidiste fundirte conmigo al cien por cien cuando todo se había acabado. El día que confesaste tu secreto mejor guardado o el día que me invitaste a cenar. Actuando como si todo esto no hubiese ocurrido pero echando de menos cada momento pasado. Sí, pasado; de esos ya no vuelven nunca. Que se han quedado atrás, que han desaparecido, que fueron, que no serán, que se han perdido contigo y conmigo... por separado.

El invierno se inventó para que cuando abriese mi maldita puerta estuvieses ahí detrás, esperándome como hace una eternidad. Escuchando cómo te susurraba que podías contar conmigo para siempre. Pero no.

jueves, 6 de diciembre de 2012

Soy errante.

¿Alguna vez has cometido un error que sabes que pagarás toda tu vida? Y sientes que las sombras te persiguen y pasa una eternidad y los demás avanzan y tú... Fin. Parada en mitad de la nada, estancada en lo que un día fue pero nunca será. En algo que no es. Algo que no existe, algo que ya ha sido. Todo aquello que decidiste guardar con las fotos con polvo, con las cartas dobladas, con el olor encerrado en la caja del rincón. Buscas el aire que no queda y recuerdas lo que no has vivido. Recuerdas las historias que formas en tu cabeza pero que nunca ocurrieron ni lo harán.

¿Alguna vez has cometido un error que te va a perseguir siempre? Todos nos equivocamos, todos somos errantes. Y el error nos persigue porque nunca nos perdonaremos a nosotros mismos, porque pasamos la vida imaginando la vida que nos perdimos por una broma del destino, un fallo técnico que no duró ni un minuto. Soñamos la vida que queríamos y que dejamos atrás por las malas decisiones, por no pensar en frío, por ser impulsivos, porque la avaricia rompe el saco.

Hay personas que no se superan.

martes, 4 de diciembre de 2012

Que puedes contar conmigo para siempre.

Me pregunto cómo tengo los cojones y la poca vergüenza de echarte de menos, de querer estar contigo toda la vida, de entregarte hasta el último rincón de mi cuerpo, de seguir pensando que puedes contar conmigo para siempre, de contar contigo, de pensarte todos los putos y jodidos días y todas las malditas noches que se hacen eternas sin tu compañía.
Me pregunto cómo no tengo los cojones y la mucha vergüenza de no ponerme a olvidarte, pero de verdad.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Ahora vienen nuevos tiempos.

Que si el barco se hundiera...
Tú serías el capitán.
Tenía planeado escribir cuentos con nuestra historia que no fue; la Luna te la iba a bajar todas las noches o, por el contrario, te subiría yo a ella. Nos sentaríamos en uno de sus gigantescos cráteres y observaríamos la atmósfera del planeta Azul del que huíamos. Te iba a curar las heridas, poco a poco, con canciones, palabras y susurros de media noche. Saldrías reparado del pasado que te rompió el corazón y yo con un poco del hilo que nos unía cosería los pedacitos que quedaron en el suelo de la habitación. Y el colchón hubiese salido todas las noches para contemplar las constelaciones y los domingos astrománticos se alargarían para tapar todas las semanas. Y pelearíamos con almohadas repletas de plumas que escaparían a cada rincón y sentiría lugares de mi cuerpo que jamás pensé que existían. Y en cada hoja en blanco escribiría tu nombre, tu inicial o el título de tu canción preferida y los convertiría en aviones de papel, nosotros nos encogeríamos y volaríamos por el mundo. Sin prisas, sin preocupaciones, sin daños. Y cada día, antes de dormir, te escribiría un poema en tu espalda y buscaríamos estaño para soldarnos y fundirnos y amanecer siameses y quedarnos así. Así, así...

Pero te fuiste.