"«Amor verdadero y grandes aventuras», yo creí en eso en cierta ocasión. Pensé que mi vida iba a seguir esos derroteros. Rogaba porque fuera así. Está claro que no lo fue, pero no creo que todavía existan grandes aventuras. Hoy en día no hay nadie que desenvaine la espada y grite: «Hola, me llamo Íñigo Montoya. ¡Tú mataste a mi padre; disponte a morir!»
Y del amor verdadero también os podéis olvidar. Yo ya no sé si hay algo que quiera de verdad."
La princesa prometida.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Ahora vienen nuevos tiempos.

Que si el barco se hundiera...
Tú serías el capitán.
Tenía planeado escribir cuentos con nuestra historia que no fue; la Luna te la iba a bajar todas las noches o, por el contrario, te subiría yo a ella. Nos sentaríamos en uno de sus gigantescos cráteres y observaríamos la atmósfera del planeta Azul del que huíamos. Te iba a curar las heridas, poco a poco, con canciones, palabras y susurros de media noche. Saldrías reparado del pasado que te rompió el corazón y yo con un poco del hilo que nos unía cosería los pedacitos que quedaron en el suelo de la habitación. Y el colchón hubiese salido todas las noches para contemplar las constelaciones y los domingos astrománticos se alargarían para tapar todas las semanas. Y pelearíamos con almohadas repletas de plumas que escaparían a cada rincón y sentiría lugares de mi cuerpo que jamás pensé que existían. Y en cada hoja en blanco escribiría tu nombre, tu inicial o el título de tu canción preferida y los convertiría en aviones de papel, nosotros nos encogeríamos y volaríamos por el mundo. Sin prisas, sin preocupaciones, sin daños. Y cada día, antes de dormir, te escribiría un poema en tu espalda y buscaríamos estaño para soldarnos y fundirnos y amanecer siameses y quedarnos así. Así, así...

Pero te fuiste.

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