"«Amor verdadero y grandes aventuras», yo creí en eso en cierta ocasión. Pensé que mi vida iba a seguir esos derroteros. Rogaba porque fuera así. Está claro que no lo fue, pero no creo que todavía existan grandes aventuras. Hoy en día no hay nadie que desenvaine la espada y grite: «Hola, me llamo Íñigo Montoya. ¡Tú mataste a mi padre; disponte a morir!»
Y del amor verdadero también os podéis olvidar. Yo ya no sé si hay algo que quiera de verdad."
La princesa prometida.

domingo, 3 de diciembre de 2017

3/XII o Carta para M.

Es cierto que esta ciudad me ha cambiado varias veces la vida y también te tengo que reconocer que no sé muy bien qué habría sido de mí si no hubiera sido por todas las casualidades que me trajeron hasta aquí. Aun así, a pesar de la necesidad que tenía de irme lejos, te prometo que acabaré en un punto intermedio entre lo lejos que estoy y lo cerca que me gustaría estar. 
Las películas en VHS de la estantería fueron una salvación del momento, una especie de flotador al que siempre nos podíamos subir. Por mi parte, como siempre, está todo bien. Por mi parte todo fueron tonterías que nadie quiso tener en cuenta y que tú tuviste en tu cabeza cada día hasta hoy. 
Aquí las madres no salen a gritar al balcón ni las paredes están negras por las marcas de las pelotas, las farolas no se encienden como por arte de magia cuando pasas por debajo y las terrazas de los bares no ocupan todas las aceras. Las fachadas recuerdan a los escenarios de las películas europeas independientes, a veces me da por pensar en las ventanas que pudieron ser nuestras y en la vida que habríamos tenido si se hubiese querido quedar. En la vida de detrás de los cristales, la comida para compartir y el poco tiempo libre que habríamos perdido en el sofá leyendo libros y recomendando series antiguas que ya nadie tiene en cuenta. 
De vez en cuando asoma la cabeza para que no me olvide de las veces que hizo el intento de seguir, se acerca disimuladamente, saluda y empieza a hablar. Nunca le llegué a decir que alejarse fue el golpe de suerte que estuve esperando, nunca te llegué a reconocer que tuviste razón el día que me enfadé cuando dijiste que todo estaría bien a partir de ahora. Nunca nada ha estado tan bien. 
Mi calle me recuerda a nuestro último viaje, al reloj gigante de la pared y a la librería donde estaban prohibidas las fotos. El nombre de mi calle me recuerda a que quizás las cosas se entienden mejor cuando todo ha pasado, me recuerda a que quizás ya no estamos tan lejos como pensábamos.