"«Amor verdadero y grandes aventuras», yo creí en eso en cierta ocasión. Pensé que mi vida iba a seguir esos derroteros. Rogaba porque fuera así. Está claro que no lo fue, pero no creo que todavía existan grandes aventuras. Hoy en día no hay nadie que desenvaine la espada y grite: «Hola, me llamo Íñigo Montoya. ¡Tú mataste a mi padre; disponte a morir!»
Y del amor verdadero también os podéis olvidar. Yo ya no sé si hay algo que quiera de verdad."
La princesa prometida.

domingo, 11 de septiembre de 2016

Gerundios

Cuando te conté que hay cosas que nunca se superan, no te mentía. Hay muertes que no se superan, canciones que no se superan, libros que no se superan, películas que no se superan. Aunque quizás me refería a nosotros y no lo sabía, quizás no hablaba de nada, de nadie. Pero es cierto: hay cosas que no se superan. 

No te supero.
No nos supero.
Se derrumba el mundo desde que no estás. 

Ella me ha dicho que sería cuestión de meses, que en un abrir y cerrar de ojos ya estaría sobrevolando el Atlántico y diciendo adiós a los mejores años que pudo darme. Una vida soñada a los ventitantos, llena de llantos, fiestas, abrazos, películas, libros y conciertos. Llena de alcohol y de historias para no dormir. 
Has decidido irte cuando ella, cuando no hay más futuro pluscuamperfecto, cuando me ahogo y cuando más te necesito. Cuando intento escapar de ti pero no me dejas. 

Esto no se supera.

Quién iba a superarlo tratándose de ti. De la música hecha persona, del Amor esparcido por toda la ciudad. Apareciendo a tu antojo, yéndote cuando no puedes respirar y dejándome fuera de todo. 
De ti, de tu vida, de la mía. 
Haciéndome olvidar quién soy y quedándome perdida en mitad de la nada.

Han desaparecido las noches azules, las lluvias de estrellas, las galaxias han sido engullidas por los agujeros negros, has creado unas coordenadas con una estrella que se está muriendo y has dejado sin hacer la lista de cosas que teníamos preparada desde ese día. El día de los dos besos, de las guitarras y de pronunciar tu nombre en voz alta por primera vez. El día que supe que veníamos del mismo polvo de estrella, de los mismos átomos. El día que me prometí que me quedaría hasta el final, creyendo que no existía final. El día que los planetas comenzaron a alinearse para llegar hasta nosotros.  

"Las hojas de los árboles ya estaban perdiendo intensidad, y aunque faltaban semanas para que empezaran a caer ya estaban listas para la caída, no exactamente apagadas sino apagándose".

Sin haberme ido pero yéndome. 

Y entonces volverás. Volverás cuando sepas que estar solo no es equivalente a tener tranquilidad. Volverás cuando te des cuenta de que la tranquilidad y la libertad te la proporcionábamos nosotros. Volverás cuando me necesites cada noche y no sepas acercarte a mí, cuando esté tan lejos que ni siquiera puedas verme. Ahí, volverás. Cuando ya no te mande señales de humo. Cuando te des cuenta de que el problema no éramos nosotros. 

Al final has sido más fugaz que todas las estrellas que cayeron en agosto.