Cruzo contigo las avenidas ignorando los semáforos porque existe una extraña fuerza que afirma que nada nos puede parar. Como si la luz roja del semáforo sólo fuera eso: una simple luz roja que intenta parar el tiempo. Como si se pudiera parar el tiempo. Como si esa maldita luz roja pudiera salvarnos la vida en un descuido. Como si existiese algo o alguien aparte de ti que pudiera salvarme la vida. Me resulta gracioso. Como cuando me abrazas e intentas estrujarme tan fuerte que consiga estallar en mil pedazos y sólo consigues curarme un poco más y volver a salvarme.
He creído en las líneas de mis manos desde que estás aquí y parecen dibujadas por ti; me he creído las historias de los libros y los finales de las películas. Me he creído las canciones y te juro que he llegado a sentir que la música era real. Como si viviéramos en ella, como si las notas fuesen tangibles y se hubiesen establecido en nuestras espaldas cuando compartimos la cama pequeña. Todavía no me explico cómo en una cama tan pequeña cabe un amor tan grande. Un Amor, corazón.
Ya nos inventaremos una solución para el invierno, una salida de emergencia para que termine rápido. Va a ser el invierno más cálido de la historia.
Vamos a nevar y a derretirnos.
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