"«Amor verdadero y grandes aventuras», yo creí en eso en cierta ocasión. Pensé que mi vida iba a seguir esos derroteros. Rogaba porque fuera así. Está claro que no lo fue, pero no creo que todavía existan grandes aventuras. Hoy en día no hay nadie que desenvaine la espada y grite: «Hola, me llamo Íñigo Montoya. ¡Tú mataste a mi padre; disponte a morir!»
Y del amor verdadero también os podéis olvidar. Yo ya no sé si hay algo que quiera de verdad."
La princesa prometida.

miércoles, 25 de marzo de 2015

«Je t’ai vue trembler sur le trottoir»

Esperaba que estuvieras, que te quedaras y que hicieras lo que haces siempre. Lo que hacen las personas que intentan ser como tú para llegar a ser como tú. Pero se quedan en el casi. Y el casi es lo mismo que el nunca. Y hoy has sido el nunca. Has sido como las personas que intentan ser como tú pero que no te alcanzan. Tú ya has traspasado las nubes. Hoy has sido el nunca, el jamás. Y yo estoy tan borrosa y difuminada que ni siquiera me veo. Éramos tres en el autobús y ella no dejaba de mirarme y yo no dejaba de llorar. Lloraba tanto que parecíamos un submarino y es una lástima porque así no veo nada y te incluyo a ti. Ya no sé si yo no te veo a ti o tú no me ves a mí. Claro que te voy a querer siempre, no sólo en mi monólogo interior, te voy a querer siempre. "Siempre", de todos los días. Te quiero para todos los días. Siempre es simplemente siempre y todos los días es en gerundio, es el ahora, es querer sin dejar de hacerlo. No es querer por querer. Yo no te quiero por querer. Yo te quiero porque te quiero y porque te quiero querer. 
Claro que te necesitaba. Yo te necesito para respirar. Yo te respiro. Y me gusta y lo hacemos bien. Lo hemos hecho siempre bien (o todos los días). Cuando te alejas un centímetro, el oxígeno llega tarde y poco a poco se va retrasando y los pulmones se vacían y el oxígeno está llegando pero no termina de llegar porque estás un centímetro más lejos. Y ahora otro. Y otro. Entonces me sigo ahogando y si me ahogo dejamos de ser. Yo no quiero dejar de ser (contigo) ni de estar. Te tienes que acercar los centímetros que te has alejado y que sólo sean eso, centímetros.
Me estás salvando.
Incluso cuando dejas de hacerlo.  

lunes, 23 de marzo de 2015

Elegir no implica acertar

El día que renunció a mí el mundo decidió empezar a quebrarse. Empezaron los terremotos, los trozos por el suelo, los rotos separados. El día que se alejaba en un avión de papel porque estaba renunciando. Estaba renunciando a lo que me había inventado, a lo que quise crear, a todo lo amarillo que ahora está desgastado. Voló tan alto que se olvidó de mí porque yo era tan minúscula desde arriba que los puntos negros dejan de verse. Una pequeña mancha negra que comienza a hacerse borrosa cuando se empiezan a interponer los kilómetros entre el suelo y sus nubes. Elegir, entonces, fue renunciar. Lo que no sé es si supo elegir. Si elegir implica acertar. Elegir no implica acertar, y es una afirmación. A veces renunciamos al acierto. Y ojalá haya elegido, renunciado y acertado. Aunque acertar signifique errarme. ¿Y de mí quién me salva? Que por qué ha volado tan alto y tan lejos y yo no estoy al final de su vista o reflejada en sus retinas. Que por qué los colores están desgastados y los ladrillos de las casas de Brujas parece que ya no brillan en sus fotos. Si Brujas es más bonito que todo eso. Si eso era mi hogar y ha renunciado a llegar, conmigo. Creo que te has ido y, esta vez, sin elegir. Te has ido pero no te estabas yendo. Te estás alejando pero no te has alejado. Estás en proceso de. Pero no te vayas, ni te alejes aunque te estés alejando. Te puedes quedar, aunque tengas que volver a elegir todos los días de nuestra vida. Aunque lo que sea. Los aviones también vuelan para volver. Cuando eres niño no te explican que elegir es renunciar y eliges sin saber a todo lo que estás renunciando. Y hemos renunciado a tanto que hemos llegado hasta aquí, para seguir renunciando. 

Pero no te olvides de mí.