"«Amor verdadero y grandes aventuras», yo creí en eso en cierta ocasión. Pensé que mi vida iba a seguir esos derroteros. Rogaba porque fuera así. Está claro que no lo fue, pero no creo que todavía existan grandes aventuras. Hoy en día no hay nadie que desenvaine la espada y grite: «Hola, me llamo Íñigo Montoya. ¡Tú mataste a mi padre; disponte a morir!»
Y del amor verdadero también os podéis olvidar. Yo ya no sé si hay algo que quiera de verdad."
La princesa prometida.

miércoles, 21 de agosto de 2013

A pesar de lo raro.

A veces manda señales indirectas para demostrar que sigue ahí, que permanece y lo tranquiliza todo. Será cosa de los imanes. A lo mejor el problema de nuestros imanes es que tienen los mismos polos y claro. Me repite que no me odia y que en Madrid sí se ven las estrellas pero que no supimos verlas, pero que incluso sin estrellas Madrid siempre suena bien (y qué verdad tan verdadera). 

Nunca se va, nunca falla. Ojalá no me lea y no se entere nunca de que cuando la eché todo esto se quedó parado y las luces de las calles del centro de Sevilla empezaron a fundirse y la tienda 24 horas no ha vuelto ser la misma y tiene sus huellas capicúas en las máquinas expendedoras y los 24 me hablan de ella y a veces me entero de que los imanes terminan desgastándose y tengo vértigo porque todo esto son precipicios. Y ojalá no sepa que Canción de amor y muerte lleva su historia entre líneas o nuestra historia o lo que ha quedado de ella. Está todo contagiado. Las postales de Alemania parecen paraísos artificiales y las cartas de tinta azul hablan por sí solas y cada vez que las abro me cuentan recuerdos nuevos que ni siquiera había grabado y así no se puede, de verdad que no. 

Y tus vicios son tan míos que ya no sé cómo deshacerme de ellos. 

Y es que a pesar de la muerte, de la vida o la suerte yo siempre te querré, ¿no lo ves? Es un cuento y lamento que no haya un final, de momento. 



sábado, 17 de agosto de 2013

Y menos mal.

Y menos mal. 
Menos mal que, como me han dicho hoy, tú me cuidas todos los días y yo te cuido por las noches. Y menos mal que aparecías con tus gafas y recordaba cada detalle de ellas y que cuando me las ponía de pequeña me mareaba. Y menos mal que sabes que he estado siempre y que entonces también estuve, pero ya sabes. Menos mal. Lo horrible de los sueños es que las voces no las escuchas y los olores no los sientes. Lo bueno es que recuerdas lo que nunca ocurrió y cada detalle que creías olvidado. 

Lo que no ocurrió aquella vez es que la fiebre te hacía reír y me dabas la mano y yo te decía algo así como "yo te voy a ayudar, ven, que te llevo a dar una vuelta". Tampoco ocurrió que te quedabas dormida y ya pasaba todo, ojalá. Aunque cómo te ibas a quedar dormida sin más si eras (y eres) capaz de controlar hasta mis sueños. 

Menos mal que de vez en cuando te acuerdas de mí y decides pasarte unas horas por aquí dentro y me das conversación y ojalá lo hicieras todos los días (y ojalá hubiera diecisietes que no hubiesen existido nunca.) 

Así, con el punto final dentro del paréntesis por si acaso. 

Ven, que te llevo a dar una vuelta al banco de siempre en el parque de siempre. 

lunes, 12 de agosto de 2013

Yo voy a estar siempre.

Aunque estés al otro lado del charco. Aunque nuestras calles estén desgastadas, la piscina vacía y el césped seco. 


Y lo mal que está todo ahora.

(Lo gracioso es saber que nos estamos yendo sin darnos cuenta. Y que yo no sé estar después del huracán que creasteis juntas y tú no sabes si acercarte más o alejarte del todo y piensas que he elegido y yo nunca elegiría. Porque, ya sabes, elegir es renunciar y yo nunca renunciaría a ti.)

Pero no lo sabes.

lunes, 5 de agosto de 2013

En letras mayúsculas y gigantes.

Sé que su color favorito era el azul y su número preferido era el siete; sé que adoraba diciembre y nunca me contó por qué; sé que amaba la música y que odiaba que la viesen sin maquillar; sé que le gustaba ir a la playa los primeros quince días de agosto y que cuando quería se dejaba la piel pero le duraba poco; sé que se llegó a imaginar la vida sin su madre y sé que ese desastre le frenó lo pies; también sé que le faltó tiempo para volver a atacar y que destrozó todas las vidas que tenía cerca; sé que un día quiso arrasar con su equilibrio y se terminó cayendo (y me tiró con ella); sé que junio le dolía tanto como a mí y que las fotografías nunca consiguió borrarlas. Sé que se acuerda de mí y sé que el 31 de diciembre no ha vuelto a ser igual; sé que pensó que el día que se fuera sería porque el mundo iba realmente mal y sé que llegó a creer que el mundo iba realmente mal. Al igual que sé que algunas de sus letras favoritas llevan mi nombre y que febrero le recuerda a mí. Sé que siempre llenará su cama con cualquiera cuando esté sola y recordará el día que fuimos insuperables; también sé que ella dijo que éramos uña y carne y que no supo controlarlo. Sé que llegó a creerse tan gigante que dejó de verme; sé que echa de menos la comida de mi madre y el olor de su coche; sé que sabe que no puedo odiarla y que hay cosas que no se superan. Sé que para ella mi nombre siempre seré yo, que el color verde esconde mi historia y que el veinticuatro le habla de mí. Sé que recuerda a mis héroes, mis batallas, mis ahogos y mis promesas. Sé que a veces suena el teléfono y piensa en las tardes eternas colgadas a él, sé que no ha vuelto a discutir como aquella vez y sé que sabe que lo sé todo. Sé que los conciertos ya no suenan igual y que los veranos han perdido un poco de color. Sé que hay lugares que llevan nuestras huellas y que otros no saben ni que existimos; sé que vive al cruzar la avenida que separa nuestro mundo y que nunca la volveremos a cruzar. Sé que no está y que sabe que no estoy. Sé que odia los tacones y adora los vestidos y no conoce el libro de su vida (todavía) y le gusta reírse y llorar a partes iguales. Sé que un día se arrepintió y no lo intentó. Sé que la Teoría del Óvalo nos volverá a unir constantemente cada X años y que falta poco para que vuelva a pasarse por aquí. Sé que hace un año volvió a pensar que perduraríamos y que el fútbol sin nosotras ya no sabe igual. Sé que su memoria no borra París y que cuando mira el reloj y es la 1:10 se le aparecen mis ojos en la retina de los suyos. Sé que sigue soñando con que la Torre Eiffel es un gigante que nos llega por las rodillas y que una vez nos abrazamos y creamos el universo. Sé que sabe que no volveré a escribir sobre ella durante una temporada y que su nombre dejó de salir en mis conversaciones. Sabe que recuerdo al amor de su vida y sé que recuerda el amor de mi historia. Sé que las letras mayúsculas le hacen pensar en nuestras últimas horas y que los servicios del final del pasillo hablan del día que la miré y le dije "no me mires que me pongo a llorar" y me puse a llorar porque no dejaba de mirarme. 

Sé que sabe que me hizo un agujero en el pecho y no hay manera de taparlo. 

sábado, 3 de agosto de 2013

Tu mala suerte.

Quiero ser tu mala suerte y que quieras deshacerte de mí. Quiero que nos crucemos por nuestro rincón favorito de Madrid y quiero que me leas tus libros y que me empapes de música. Quiero que te pierdas entre la gente de las noches más oscuras y acabemos en la Puerta del Sol detrás de la boca de metro o detrás de tu boca. Quiero que me enseñes tus playas y tus acantilados y que te tires conmigo. Quiero que me olvides y nos volvamos a encontrar y otra vez de cero. Quiero que no te importe el sitio, que me lleves a los parques de las fotografías y me digas que vas a matar a los monstruos que no me dejan ver-te. Y quiero que me mires y quiero que seas mi noviembre y algún día perdido de febrero. 

Y quiero tus buenas noches.