"«Amor verdadero y grandes aventuras», yo creí en eso en cierta ocasión. Pensé que mi vida iba a seguir esos derroteros. Rogaba porque fuera así. Está claro que no lo fue, pero no creo que todavía existan grandes aventuras. Hoy en día no hay nadie que desenvaine la espada y grite: «Hola, me llamo Íñigo Montoya. ¡Tú mataste a mi padre; disponte a morir!»
Y del amor verdadero también os podéis olvidar. Yo ya no sé si hay algo que quiera de verdad."
La princesa prometida.

jueves, 22 de noviembre de 2012

I think we're superstars, you say you think we are the best thing.

La vida pasa de repente y no nos damos cuenta. Caminas a toda velocidad por una calle, con destino a no sabes qué sitio y te cruzas con una de las personas que te complementan. Ni siquiera lo sabes. He pensado en ti sin ni siquiera conocerte; extraño. Y cuando los rumbos cambian, los caminos se separan y adiós, muy buenas. Y tú y yo y todo esto intacto. Como si nada hubiese cambiado, como si fuese ayer. ¿Sabes qué se siente cuando tienes a alguien que se abre al cien por cien delante de ti? Que derriba sus muros, cristaliza su corazón y llora y habla y grita y le da igual. Y pronuncia todas las palabras que invaden su mente y te confiesa todo lo inconfesable. Y ahí está, con su piel erizada, mirándote como si se le fuese la vida en ello.
¿Por qué yo? ¿Cómo alguien puede abrirse a mí si ni siquiera yo sé abrirme a mí misma? Y estos pequeños (grandes) detalles te hacen sentir  viva. Como si nada más hiciese falta, como si la felicidad fuese eso: ver cómo una persona te entrega toda su confianza, te abraza y poco más.


Saber que las historias nos van a separar. Quizás llegas a Inglaterra, quizás te espera la bonita Buenos Aires o tal vez huyo yo. Nunca pertenecimos a ningún lugar y, por eso, lloro y no lo soporto. Porque vemos el fin y disfrutamos el presente. Nunca he sido capaz de conseguirlo, vivir todo al máximo sabiendo que terminaremos fracasando. Pero contigo es diferente. Contigo todo cambia, como si la rutina fuese más llevadera. Y que si mañana no estás, vas a estar. Indirectamente, lejos o cerca; vas a estar. Aquí o allí, ¡qué más da! Si con escuchar Fluorescent Adolescent te haces un hueco en mi mente, te estableces allí y no hay quien te mueva. Y me gusta, claro que me gusta. Y tú crees que somos superestrellas pero no, somos mucho más. Somos infinitas, somos las dos mejores cosas unidas.


Supongo que eres una de esas personas que cambian el rumbo de las cosas y de la vida. De las pocos personas que marcan un fin de una etapa y te dan la mano para empezar una nueva. Y si pudieras verlo, en fin, no sabes cuánto te pierdes de ti misma. Eres vital, inolvidable. Ya sabes, lo de siempre, lo que nunca decimos.

Y está bien. No duele. No dueles. Aunque un día no estemos, aunque un día no seamos, está todo bien. Aunque no tengamos ese hilo rojo invisible que nos une, aunque las cuerdas estén cortadas. Hay personas que nunca se separan, al igual que hay otras que nunca vuelven a cruzarse.

Pero todavía no, no estamos preparadas para el gran huracán, para el terremoto.
Pequeña rock'n'roll, yo dije que creo que somos las mejores; las mejores cosas, los mejores momentos, la mejor historia.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Aviones de papel a punto de salir.

Louis Armstrong como banda sonora, las cortinas echadas, las camas deshechas. Annie Hall como protagonista principal, los paisajes que tiene Manhattan y la dosis diaria de todo lo que se esconde debajo de las sabanas. Ahora no que nada. No hay amaneceres calurosos ni constelaciones en el techo de la habitación. El olor de siempre, la cama y la ciudad vacías.


Y perdíamos el tiempo dibujando todas las formas que se han borrado de mi piel. Me bloqueaba las manos y un "no te muevas, cariño". Entonces cogía sus pinturas, colocaba sus manos frías sobre mí y soñábamos con recorrer el mapamundi de mis costillas, pasando por mis caderas y terminando en mi espalda en forma de avión de papel. Llegábamos lejos, ya lo creo. Dormíamos cuando amanecía y nos fundíamos cada madrugada. Salpicábamos toda la espuma de la bañera y peleábamos porque los dos queríamos apagar todas las velas de un soplido. Y como me robó el corazón me regaló uno más pequeño azul y rojo, pintado en mi pecho y con latidos de los dos. Compartir latidos, taquicardias y los trazos del cuerpo.


La Luna quedaba muy cerca y el mundo demasiado lejos. Y nos perdíamos debajo de las sábanas que se quedaban pegadas a nuestra piel y las piernas temblaban. Vivíamos en un terremoto espacial. Éramos espaciales. Bueno, ¡no! ¡Somos espaciales! En presente y en plural. Porque especial y espacial sólo están a una letra de distancia y nosotros hemos vencido a esa distancia.

Y espaciales sólo somos nosotros dos. Por vivir en Casiopea y crear el universo cada vez que nos juntamos. El universo infinito elevado al infinito. Saltar por los asteroides y llegar a Andrómeda, la Osa Mayor y flotar por la Vía Láctea y volver a tierra para tocar las auroras boreales y quedarnos a vivir allí y ser especiales y espaciales e increíblemente infinitos y, no sé.

Círculos con tus manos en mi barriga, cosquillas en las rodillas, tranquilizarme, coserme. Y quedarte, sobre todo, quedarte. Aquí, allí o dondequieraquesea. Permanecer.