"«Amor verdadero y grandes aventuras», yo creí en eso en cierta ocasión. Pensé que mi vida iba a seguir esos derroteros. Rogaba porque fuera así. Está claro que no lo fue, pero no creo que todavía existan grandes aventuras. Hoy en día no hay nadie que desenvaine la espada y grite: «Hola, me llamo Íñigo Montoya. ¡Tú mataste a mi padre; disponte a morir!»
Y del amor verdadero también os podéis olvidar. Yo ya no sé si hay algo que quiera de verdad."
La princesa prometida.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Aviones de papel a punto de salir.

Louis Armstrong como banda sonora, las cortinas echadas, las camas deshechas. Annie Hall como protagonista principal, los paisajes que tiene Manhattan y la dosis diaria de todo lo que se esconde debajo de las sabanas. Ahora no que nada. No hay amaneceres calurosos ni constelaciones en el techo de la habitación. El olor de siempre, la cama y la ciudad vacías.


Y perdíamos el tiempo dibujando todas las formas que se han borrado de mi piel. Me bloqueaba las manos y un "no te muevas, cariño". Entonces cogía sus pinturas, colocaba sus manos frías sobre mí y soñábamos con recorrer el mapamundi de mis costillas, pasando por mis caderas y terminando en mi espalda en forma de avión de papel. Llegábamos lejos, ya lo creo. Dormíamos cuando amanecía y nos fundíamos cada madrugada. Salpicábamos toda la espuma de la bañera y peleábamos porque los dos queríamos apagar todas las velas de un soplido. Y como me robó el corazón me regaló uno más pequeño azul y rojo, pintado en mi pecho y con latidos de los dos. Compartir latidos, taquicardias y los trazos del cuerpo.


La Luna quedaba muy cerca y el mundo demasiado lejos. Y nos perdíamos debajo de las sábanas que se quedaban pegadas a nuestra piel y las piernas temblaban. Vivíamos en un terremoto espacial. Éramos espaciales. Bueno, ¡no! ¡Somos espaciales! En presente y en plural. Porque especial y espacial sólo están a una letra de distancia y nosotros hemos vencido a esa distancia.

Y espaciales sólo somos nosotros dos. Por vivir en Casiopea y crear el universo cada vez que nos juntamos. El universo infinito elevado al infinito. Saltar por los asteroides y llegar a Andrómeda, la Osa Mayor y flotar por la Vía Láctea y volver a tierra para tocar las auroras boreales y quedarnos a vivir allí y ser especiales y espaciales e increíblemente infinitos y, no sé.

Círculos con tus manos en mi barriga, cosquillas en las rodillas, tranquilizarme, coserme. Y quedarte, sobre todo, quedarte. Aquí, allí o dondequieraquesea. Permanecer.

1 comentario:

  1. Porque especial y espacial sólo están a una letra de distancia y nosotros hemos vencido a esa distancia.
    Nada, que he vuelto a releerlo y sigo sin palabras a la altura.
    Creo que ya te lo he dicho alguna vez, pero me reitero: Eres enorme, pequeña.

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