¿Y a ti no te ha pasado alguna vez que cuando está la habitación a oscuras buscas su boca y la encuentras a la primera? Que quizás te desvían unos milímetros pero por inercia, por instinto o por lo que sea sabes perfectamente dónde está su boca. Entonces, ahí, te das cuenta de que lo conoces mejor que a ti misma, de que lo conoces más de lo que jamás habías imaginado.
Y que lo quieres por aquella vez que durmió incómodo sólo por no darte la espalda, que lo quieres por todas las veces que ha aparecido sólo para acompañarte a tal sitio o a tal otro. Lo quieres porque nunca ha preguntado por las cosas que pueden dolerte, porque tienes un millón de defectos y aún así sigue ahí... cada día, todos los momentos.
Fueron los mejores años de mi vida.