"«Amor verdadero y grandes aventuras», yo creí en eso en cierta ocasión. Pensé que mi vida iba a seguir esos derroteros. Rogaba porque fuera así. Está claro que no lo fue, pero no creo que todavía existan grandes aventuras. Hoy en día no hay nadie que desenvaine la espada y grite: «Hola, me llamo Íñigo Montoya. ¡Tú mataste a mi padre; disponte a morir!»
Y del amor verdadero también os podéis olvidar. Yo ya no sé si hay algo que quiera de verdad."
La princesa prometida.

lunes, 17 de diciembre de 2012

Tan tú, como febrero.

Y su nombre tan capicúa como ella, como nuestra historia y como la vida que va y viene. Viene y va. Capicúa. Así, rara. Y el imán que lleva en su cuerpo y no deja que me separe de la cama y que caiga en picado y que no sea capaz de alejarme. Como decía un grande: La vida son ironías en forma de capicúa. Y más tarde o más temprano, todo vuelve a un punto inicial.
Y tú tienes esa forma y tu cuerpo es un sinfín de ironías que no comprendo. Y los incendios que creas y yo qué sé, no sé qué estás haciendo conmigo y con tu nombre en mis neuronas y tu sonrisa en mis retinas y tu ropa y tu pelo y todo lo que nunca seré y todo lo que nunca tendré y pude tener y algo más que no recuerdo.
Y otra vez la forma inhumana que tienes para engancharme, ¡por Dios! Y tiras todo por la borda por mí y yo, en fin, lo de siempre. Ese concepto claro de querer estar sola y tu jodido y perfecto nombre que no se borra y que aparece hasta en las canciones. Y que con tus primaveras te voy a construir un año inolvidable.
Y aparecen tus rarezas que me contagian y no se van y me influyen y otra vez pienso en ti. Rarezas. Me quedo corta. Infinitas rarezas. Y tu afán por seguir ahí, por luchar, porque 'quien la sigue la consigue' y no te mueves. Y no sé si reír, si llorar, si quererte, si dejar que me atrapes o si.
Cómo borrar a alguien de su cabeza para seguir adelante. Simplemente le pregunté: '¿Y quién dijo que tienes que olvidar?' En mi caso, olvidarte sería renunciar a mí mismo.
Y no puedo renunciar a mí, ni a ti, ni a lo que no existe. Ni lo que fue. Fue bonito lo que no fue. Lo que recordamos porque no sucedió, lo que está ahí pero sin vivir. Que sigue pero no avanza. Y que por qué no hay oportunidades en el aire. Bueno, no; sí que hay. Que por qué no cogí las oportunidades. Y tú sí y yo no. Y tú tan sí y yo tan no. Tan femme fatale. 


Y sí, hablo de ti. Como nunca. El nunca es nunca y el siempre también. Y ya lo sabes: 'en cierta manera conocerte me ha cambiado un par de veces la vida, entonces y ahora.'


Y poco más. Vuelve tu capicúa. Tus ironías. Tu amor perdido. Tu Ron y tu Vodka. Y tus frases. Niña Imantada, suenas bien. Incluso bajo seudónimos. Incluso donde sea. Tan tú.
Y tus 'te quiero tanto que podrías contarme tu vida y te escucharía.' 
Y me muero cuando te vas, cuando terminas tus risas, cuando decides desaparecer y cuando gritas todo eso que nunca te dije.
'Yo creo que si tú no existieras no habría encontrado una parte de mí.' Y lo sueltas y te callas y te vas y me muero y no sé si es cierto. Si soy parte de ti. Si eres parte de mí. Y por qué tú y nadie más.

No lo entiendo. Y me da igual. Me gusta así, me gusta que no lo sepas, me gusta no saberlo.

Tan capicúa, tantas rarezas, tan tú, tan nadie.

No hay comentarios:

Publicar un comentario