"«Amor verdadero y grandes aventuras», yo creí en eso en cierta ocasión. Pensé que mi vida iba a seguir esos derroteros. Rogaba porque fuera así. Está claro que no lo fue, pero no creo que todavía existan grandes aventuras. Hoy en día no hay nadie que desenvaine la espada y grite: «Hola, me llamo Íñigo Montoya. ¡Tú mataste a mi padre; disponte a morir!»
Y del amor verdadero también os podéis olvidar. Yo ya no sé si hay algo que quiera de verdad."
La princesa prometida.

domingo, 24 de marzo de 2013

La memoria de la piel

¿Has oído hablar alguna vez de que la piel tiene memoria? Pues bien, quizás ese sea el problema. Quizás soy incapaz de borrar tus huellas. Estás grabado a fuego y no hay manera humana de hacerte desaparecer. Y, en fin, está bien que así sea. Nos merecemos estar eternamente grabados el uno en el otro. Como cuando éramos indestructibles. Sí, esa es la palabra clave.

Lo bonito son las cicatrices que quedan y que sabes que van a perdurar en el tiempo, igual que tú vas a perdurar siempre en un rincón no muy alejado de mi memoria. Y, créeme, últimamente el siempre se convierte en eterno. Y no me hables de eternos que ya sabes que volvería a describirte y me quedo sin palabras y no existen las suficientes para llegar a describir una mínima parte de ti, vuelves a convertirte en infinito. 

Como cuando juramos que íbamos a quedarnos a vivir en esa cama hasta el fin de los tiempos, sin envejecer. Y ahora, en fin, es curioso; estamos creciendo por separado y no has vuelto a aparecer ningún año nuevo. Podríamos compartir las soledades que llevamos sobre las espaldas. Como los que comparten lunares y los unen para crear constelaciones. Nosotros podríamos unir la soledades y, ya sabes, que se enamoren y no vuelvan nunca más... 

Y tú, bueno, tú puedes quedarte conmigo. Aquí o allí, donde más te guste. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario