"«Amor verdadero y grandes aventuras», yo creí en eso en cierta ocasión. Pensé que mi vida iba a seguir esos derroteros. Rogaba porque fuera así. Está claro que no lo fue, pero no creo que todavía existan grandes aventuras. Hoy en día no hay nadie que desenvaine la espada y grite: «Hola, me llamo Íñigo Montoya. ¡Tú mataste a mi padre; disponte a morir!»
Y del amor verdadero también os podéis olvidar. Yo ya no sé si hay algo que quiera de verdad."
La princesa prometida.

domingo, 12 de mayo de 2013

Nunca y nadie.

"Nos alzaron en brazos, descubrimos planetas, nos creímos tan fuertes como héroes de guerra. Y en mitad del relámpago llegó el mal de altura, fuimos sed en el aire pero boca en la tierra. [...] Y nos echamos tanto de menos que nos da por despegar en avenidas de pegamento, clavados por las rodillas. [...] Y al tesoro perfecto lo cubrió la tormenta con aviones cruzándose en la noche más negra."
Canciones que las escriben para contar las historias que no sabes escribir. 
Entráis vosotras en acción, las heroínas que consiguieron que me elevase hasta las nubes y descubriese planetas que habían quedado en el olvido. Y poco más, lo de siempre. Sólo me sale decir que os echo de menos. Que siempre he sabido que terminaría estrellada pero nunca pensé que me fueseis a estrellar vosotras. Vosotras. Las de siempre. Las que nunca se iban a ir, permaneciendo hasta el final y resulta que el final ha llegado; qué cosas. Al menos no ha durado más de lo que debería, aunque realmente creo que el problema está cuando dura menos de lo que debería. Cuando lo irrompible se rompe, cuando lo insuperable se supera. Tiene gracia, creo que nunca me he parado a imaginar que el verbo "romper" iría conjugado con vosotras. Las grandes, las únicas, insustituibles. Reconozco que habéis dejado en mí una mezcla entre un (minúsculo) dolor y un vacío irreparable, pero tened segura una cosa: nadie os va a reemplazar. Nadie. Y nunca vais a estar solas si yo sigo por aquí. Nunca.

Nos creímos tan fuertes como héroes de guerra porque realmente tuvimos el coraje y la oportunidad. Porque sólo nosotras podíamos conquistar hasta la Luna. Y lo hicimos y ahí está, más alta que nunca. Y bonita, tan bonita como nosotras cuando éramos una y no unos pedazos repartidos por diferentes rincones de la ciudad. 

No vais a volver y está bien. Yo me quedo despegando en nuestras avenidas de pegamento. 

Y en cuanto a los aviones que se cruzan en la noche más negra; me quedé sin el tesoro azul más perfecto.
Quizás por eso me dan miedo los aviones, a veces vuelan demasiado alto y los perdemos de vista.
Espero volver a vivir la noche más negra, por si vuelves a pasarte por aquí. Quién sabe, quizás la noche que consiguió que te fueras es las misma que consiga que vuelvas. 

Yo, por las dudas, me quedo esperando donde siempre. 

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