"«Amor verdadero y grandes aventuras», yo creí en eso en cierta ocasión. Pensé que mi vida iba a seguir esos derroteros. Rogaba porque fuera así. Está claro que no lo fue, pero no creo que todavía existan grandes aventuras. Hoy en día no hay nadie que desenvaine la espada y grite: «Hola, me llamo Íñigo Montoya. ¡Tú mataste a mi padre; disponte a morir!»
Y del amor verdadero también os podéis olvidar. Yo ya no sé si hay algo que quiera de verdad."
La princesa prometida.

domingo, 5 de mayo de 2013

La mejor en todos los formatos.

La última vez que te nombré llevaba unos vasos de más encima y unas lágrimas de menos. En realidad fueron varias lágrimas, quizás hubiese llenado otro vaso si me lo hubiese propuesto. Hace tanto que no te nombro en voz alta que no sé si sería capaz de aparentar, ni siquiera, tranquilidad. Los días están siendo realmente azules y, últimamente, veo esa palabra por demasiados lugares. Parecen señales que me llevan a ti. Bueno, no me llevan del todo porque todavía no sé elevarme pero ya me entiendes. Miento, hay una persona que sí sabe elevarme y hace poco te nombró y añadió una media sonrisa. No lo sabe pero terminé llorando. Por los dos. 

Supongo que estarás quejándote, tú siempre te quejabas así que he pensado que por allí harás lo mismo; no puedes perder las costumbres y menos ésa que te caracteriza(ba) tanto. Intento hablar de ti en presente pero  se me encoge el pecho y el corazón y se para la respiración. 

Se me ha olvidado cómo se escribía sobre ti o cómo se te escribía. Por olvidar, se me ha olvidado hasta tu voz y tu olor. Tu olor. Y bueno, el hueco del sillón ha perdido tu forma. Es una pena, ahora no tiene la de nadie, como mucho la mía. Hace poco estuve por allí y de verdad que todavía no sé de dónde saco las fuerzas y el valor para pisar ese suelo y estar rodeada de esas paredes. Tus paredes, las que te han visto vivir y yo que ni siquiera te pude ver morir. Morir, que es una de las cosas más importantes de la vida. Paradójico, supongo. 

Me llegaron a insinuar que no iba a volver por allí. ¿Te imaginas? Sería como deshacerse de ti, como borrar una parte de ti. Es horrible. Tú, que lo diste todo. Dios, cómo te echo de menos. Cómo escuece. 

Como el último 24 de julio. Veinticuatro, siempre igual. Con calor, en el jardín y despidiéndote a lo lejos y de cerca. De cerca era mejor, aunque tú eras la mejor en todos los formatos.

Que tu risa le gane este pulso al dolor y a lo que venga. Pero tienen que ser tus carcajadas o tus gritos o tus quejas o tus daños. Y tienes que estar aquí, aunque sea sin estar o en mi cabeza, cuélate esta noche en mi jodida cabeza; por favor. Y quédate unas horas o unos segundos o no sé, lo que sea. 

Eres mi azul favorito. 

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