"«Amor verdadero y grandes aventuras», yo creí en eso en cierta ocasión. Pensé que mi vida iba a seguir esos derroteros. Rogaba porque fuera así. Está claro que no lo fue, pero no creo que todavía existan grandes aventuras. Hoy en día no hay nadie que desenvaine la espada y grite: «Hola, me llamo Íñigo Montoya. ¡Tú mataste a mi padre; disponte a morir!»
Y del amor verdadero también os podéis olvidar. Yo ya no sé si hay algo que quiera de verdad."
La princesa prometida.

jueves, 9 de mayo de 2013

No habrá próxima vez.

Una despedida pero sin despedida.

Resulta que no sólo tu nombre es capicúa, también los son las mil y una historias que llevamos sobre la espalda. Supongo que no hay una despedida más horrible que una despedida sin punto y final. Eso nos ha pasado a nosotras. Te dije que no alargásemos algo que no podía dar más de sí, al final sólo quedan restos en la habitación de Madrid. "No estoy alargando nada", me decías.

Duele más cuando te quedas vacío que cuando te rompes. Todo esto se ha vaciado, ni siquiera hay rotos. Menos tú, tú estás más rota que nunca y más ciega que siempre.

No habrá próxima vez. No puedes seguir mirándome como si todo sabiendo que no queda nada, ni las letras de mi nombren cubren todo lo que fue. No soy yo. No es mi inicial la que conseguirá que ardas. Yo sólo Te hielo. No puedo salvarte, no puedo agarrarte y sacarte de aquí. No puedo curarte.

Odiarnos se nos ha quedado pequeño y querernos demasiado grande. No sé qué has querido de mí, ni siquiera sé por qué yo. El desastre personificado, el desorden en una sola persona y el egoísmo en un sólo nombre. Suéltame. Necesito que te vayas, necesito que te salves, que te cures, te hiero mucho.

Despedidas sin despedidas. Despedidas que no suenan a despedidas. No, no voy a terminar con el adiós que estás esperando. El mundo es demasiado pequeño, volveremos a cruzarnos y no sé qué vendrá después. Ni siquiera la palabra despedida tiene algún sentido. Volverás, volverás a interesarte por todo lo que hay por aquí y volverás a repetirme que menos mal que ha llegado él y me ha salvado. A mí, que no podía salvarme ni yo misma (pura palabrería).

Todo capicúa. Tu nombre, tu historia, tu fecha. 24.2. Irónico. Justo nosotras, justo un veinticuatro, justo febrero. Rondando por aquí, como siempre. Hemos vuelto al punto inicial. El principio, el final, llámalo como quieras; niña imantada.

Has sido la mujer fatal por excelencia pero, por favor, déjate de gilipolleces y sálvate. Del verbo salvar, del verbo curar, del verbo socorrer.

Y, por supuesto, no me olvidaría de ti ni aunque pasase una infinidad de eternidades.

1 comentario: