"«Amor verdadero y grandes aventuras», yo creí en eso en cierta ocasión. Pensé que mi vida iba a seguir esos derroteros. Rogaba porque fuera así. Está claro que no lo fue, pero no creo que todavía existan grandes aventuras. Hoy en día no hay nadie que desenvaine la espada y grite: «Hola, me llamo Íñigo Montoya. ¡Tú mataste a mi padre; disponte a morir!»
Y del amor verdadero también os podéis olvidar. Yo ya no sé si hay algo que quiera de verdad."
La princesa prometida.

martes, 31 de julio de 2012

Monstruos que no me han dejado ver.

El portazo sonó haciendo eco dentro de la habitación. Todo cerrado, carteles de neón. Y tú ni te mueves, me he ido. No podía esperar un segundo  más. No te preguntes, sigo guardándote la cara y siendo injusta con todo aquel que se acerca.
Te digo au revoir.
Ni siquiera sé pronunciar tu nombre, mi corazón se detiene cada vez que sales en la conversación. Olvídate. Me acabo de ir. ¿Por qué olvidamos a la persona más importante de nuestra vida? Siempre has sido el número uno. Y en tu vida yo he sido lo contrario; dejé de ser la primera hace demasiado tiempo. Lo entiendo, ¿sabes? Yo nunca me hubiese puesto en primer lugar. ¿Para qué? Si huir es lo que mejor sé hacer. En las nubes nunca se estuvo mal, contigo mejor.
Pero éramos tan frágiles, químicos y fáciles.
Llegó. Como llega el día más caluroso del año, de repente. Fugaz. Parece que te gusta la magia, a mí también.
Magia para evitar lo inevitable. 
Lo estoy evitando. No hacerlo sería aceptar que no nos volveremos a cruzar y por eso me gusta evitar lo inevitable. Evitar el amor por el propio amor. ¿No es estúpido? Así es la historia, como te la cuento.
Las huellas no se van a borrar jamás, van a perdurar en la eternidad. Necesito marcarlas en mi piel. Tus huellas, tus yemas, tu olor. Te voy a echar de menos, aunque moriré de ganas de decirlo. Y cada mañana te recordaré y cada noche... Pero ya no serás, sólo memorias. Me deshielo y no por ti. Y me imagino el futuro pluscuamperfecto y tengo miedo y sólo veo un rostro que no es el tuyo y me duelen los rincones que no sabía que existían.
Y ahora compartimos noches con el primero que pasa y abrazamos las cucharas para ver si alguna encaja.
Sólo quiero compartir noche con él pero eso sería renunciar a ti (aún sabiendo que no volverás). No sé renunciar a ti, no sé negarte, no sé vivir sin quererte. Ni siquiera quiero aprender. Compartirlo todo con él es cerrarlo todo con llave y no volver, sobre todo no volver. Esto se prolonga.
Me topé contigo, yo tocaba fondo y conté hasta diez respirando hondo. 
 Eres inevitable.

No hay comentarios:

Publicar un comentario