"«Amor verdadero y grandes aventuras», yo creí en eso en cierta ocasión. Pensé que mi vida iba a seguir esos derroteros. Rogaba porque fuera así. Está claro que no lo fue, pero no creo que todavía existan grandes aventuras. Hoy en día no hay nadie que desenvaine la espada y grite: «Hola, me llamo Íñigo Montoya. ¡Tú mataste a mi padre; disponte a morir!»
Y del amor verdadero también os podéis olvidar. Yo ya no sé si hay algo que quiera de verdad."
La princesa prometida.

miércoles, 20 de junio de 2012

Y todo pasó ayer.

Hace dos años, parece que fue ayer, cuando éramos reyes. Cuando pisteábamos a la vida. Cuando las diferencias encajaban como piezas en un puzle.

Allí estábamos, ese 19 de junio. Deseando los días de verano, los días raros, el cambio de rutina. Allí estábamos, sentados en gigantes escalones de mármol. Rodeados de celebridades como Murillo. Allí estábamos, con la melodía de las campanadas de La Giralda de fondo. Estrellas, poca luz, noche abierta.
Un vestido corto, blanco, con flores azules. Quizás un tanto vergonzosa, feliz. ¿Quién no iba a serlo? Faltaba algo, tú lo escondías. Lo sabía, me hice la sorprendida. Me sorprende lo bien que pude llegar a conocerte, como si llevásemos toda la vida allí sentados. Donde solíamos gritar. Y lo hice, y no preguntabas. Eras feliz, no querías nada más. ¿Por qué?

Y, aleatoriamente, comienzan los primeros acordes de 'Contigo'. Quizás coincidencia, quizás una señal, quizás sólo sea una estupidez.
Estaba incompleta, por eso no lo entiendo. Todo me daba vértigo, vivir en tus caderas. Los atascos de cada día para llegar a ti. Mi prisa por llegar, tu lentitud para irte. Pero lo conseguiste, enhorabuena.
Y ahora sólo sabes cruzar cuatro frases patéticas conmigo. ¿Qué te pasa? Deja de jugar. Cuéntame todo lo que te callas, déjate de sinsentidos.
Ni siquiera tienes cojones para preguntar qué tal estoy, si he encontrado a alguien, si mi vida está resulta, si sigo siendo la chica de la canción, si pienso volver, si lo que sea.
Y ya no puedo coserme, reinvetarme, ni quererme. Ha sido todo tan raro, sucedió todo tan fuerte. 
Sálvame. Ven y sálvame. Aparece y sálvame. Venga, ¡joder! No puedo, no puedo sin ti.
Se quedó grabado a hierro en las yemas de mis dedos, protegiéndome del roce del contacto con tu cuerpo.  
Aparece en diciembre, el mes en el que se cruzaron las corrientes, cena para dos. Cartas sin remitente, banderas piratas, camisetas azules, azules.
Y lo que nos unió aquel caluroso 19 de junio. Se deterioró, se rompió cuando nosotros nos partimos. Cuando nuestras mitades decidieron dividirse. Se separaron las iniciales. Quizás coincidencia, quizás una señal, quizás sólo sea una estupidez. 
Y duele todo tanto, todo.  

2 comentarios:

  1. Me gusta la rabia con la que has escrito esto, o con la que yo lo he leído.
    Es esa sensación...

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    1. Sí, lo escribí como tú lo has leído... Como con desesperación por no saber qué hacer.

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