"«Amor verdadero y grandes aventuras», yo creí en eso en cierta ocasión. Pensé que mi vida iba a seguir esos derroteros. Rogaba porque fuera así. Está claro que no lo fue, pero no creo que todavía existan grandes aventuras. Hoy en día no hay nadie que desenvaine la espada y grite: «Hola, me llamo Íñigo Montoya. ¡Tú mataste a mi padre; disponte a morir!»
Y del amor verdadero también os podéis olvidar. Yo ya no sé si hay algo que quiera de verdad."
La princesa prometida.

viernes, 8 de junio de 2012

Hermética.

Ya sé de sobra que tiene esa sonrisa, y esas maneras, y todo el remolino que forma en cada paso de gesto que da.
Todos los finales de mi vida llevarán tu nombre pero no me llevarán a ti.
Todo aquello que haga en un futuro me recordará a ti. Cada vez que duerma en una cama ajena; cada vez que algo importante marque un antes y un después; cada nueva canción que se escriba; cada historia de amor contada o por inventar; cada 14; cada mes de Diciembre, Enero o Febrero; cada Luna llena; cada noche de fin de año; cada película; cada libro leído y sin leer; cada día que pase en el que no pase nada; cada botella que me termine; cada peta que me fume; cada colocón; cada noche eterna y cada día no vivido.
En cada acción estarás escondido y tú... y tú no estarás. Y decir que nunca más seremos dos es admitir una realidad y a nosotros nunca nos gustaron las realidades.
Nos conformábamos con subir a las nubes y tirarnos al río. Con pescar la Luna. Con huir de los agujeros negros. Con colgarnos de las estrellas. Con fundirnos en la playa.
Siempre pensé que éramos lo mejores, y me diréis 'todos pensamos lo mismo'. Pero no, esta vez era todo cierto.
Invencibles, invulnerables, insuperables, únicos, especiales, mágicos, inseparables, leales, imposibles, inmejorables... Nosotros.
Todo eso de que puede llegar a ser ese puto único motivo de seguir vivo y a la mierda con la autodestrucción. 

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