"«Amor verdadero y grandes aventuras», yo creí en eso en cierta ocasión. Pensé que mi vida iba a seguir esos derroteros. Rogaba porque fuera así. Está claro que no lo fue, pero no creo que todavía existan grandes aventuras. Hoy en día no hay nadie que desenvaine la espada y grite: «Hola, me llamo Íñigo Montoya. ¡Tú mataste a mi padre; disponte a morir!»
Y del amor verdadero también os podéis olvidar. Yo ya no sé si hay algo que quiera de verdad."
La princesa prometida.

domingo, 27 de mayo de 2012

Desayuno con diamantes.

¿Puedes decirme en qué momento cambió todo? ¿Por qué dejamos de mirarnos a la cara? ¿De contarnos verdades? ¿Qué día dejamos de ser un equilibrio para convertirnos en personas autosuficientes?
Un día las palabras dejaron de importar y comenzamos a olvidar los actos. El río se llevó la llave de aquel candado que, probablemente, esté oxidado. Pero, ¿qué más da?
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
 ¿Y quién sí? Si cada vez que viene un huracán cambiamos por completo, nos tambaleamos, caemos, nos desvanecemos. Y sí, aquí seguimos. Los más fuertes, sobreviven los mejores... o eso nos han querido contar.

Y te diré que no me da miedo crecer; francamente, me da miedo crecer sin ti. Sin vosotros. Y no sé exactamente a qué me refiero cuando hablo de 'vosotros'.  Aún así, llevo años creciendo sola o, al menos, sin ti.

¿Por qué nos enseñan que tenemos que creer en aquello que deseamos? ¿Para aferrarnos? Como si hubiese un Dios ahí arriba que nos cuidase o un genio que nos concediese todo lo que necesitamos. Perdón, 'necesitamos'.

24 de junio de 2010. Pide dos deseos. Una hoguera, una luna, noche abierta y, sin saberlo entonces, eterna. 'Que dure siempre'. ¿Qué queríamos que durase siempre? ¿Nuestro momento, nuestra vida, nosotros?
Y no hablo de ti y de mí, hablo de nosotros. De nuestras vidas, nuestras etapas, nuestras historias, nuestros viajes, nuestras fotos y todo aquello que se ha quedado atrás. 'Quiero volver'. Os reiréis.
Sigo tratando de aceptar que me falta el ruido.
Creo que aquel mes negro de Septiembre me perdí, me evaporé entre la gente, desaparecí. Huí. Huí de todos, de todo. Ni siquiera sé quién soy desde entonces y han pasado dos años. ¿Sabes qué es vivir durante dos años sin saber quién eres exactamente? Echando de menos todo aquello que no aproveché y martirizándome por no abrir una puta puerta que ya está cerrada para siempre. Me han dicho que los humanos somos cobardes por naturaleza pero yo no lo creo. No todos los somos. Algunos son héroes y, de verdad, conozco a alguno.

Septiembre. Se me eriza la piel cada vez que pienso en las nubes negras. ¿Cómo puede ponerse el cielo negro? Literalmente, me refiero. Sé que no lo recordáis, pero yo nunca lo olvidaré. Aquella tarde el cielo lloraba, como si se hubiese llevado a uno de esos héroes de los que hablaba antes. Os juro que aquel día el cielo no era azul. Era horrible. Tengo la imagen clavada en mi mente, congelada. ¿Por qué un día de verano llora el cielo? Era enfado, lo sé. Lo notaba. Y fue espantoso. Hay días que desearía no haber vivido.

Necesito recordar quién soy sin olvidar todo lo demás. Estoy perdida.
¿Sabes lo que te pasa? No tienes valor. Tienes miedo. Miedo de enfrentarte contigo misma y decir 'está bien'. La vida es una realidad, porque las personas se pertenecen las unas a las otras porque es la única forma de conseguir la verdadera felicidad. Tú te consideras un espíritu libre, un ser salvaje y te asusta la idea de que alguien pueda meterte en una jaula. Bueno nena, ya está en una jaula, tú misma te la has construido. Y en ella seguirás vayas a donde vayas. Porque no importa dónde huyas, siempre acabarás tropezando contigo misma. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario