"«Amor verdadero y grandes aventuras», yo creí en eso en cierta ocasión. Pensé que mi vida iba a seguir esos derroteros. Rogaba porque fuera así. Está claro que no lo fue, pero no creo que todavía existan grandes aventuras. Hoy en día no hay nadie que desenvaine la espada y grite: «Hola, me llamo Íñigo Montoya. ¡Tú mataste a mi padre; disponte a morir!»
Y del amor verdadero también os podéis olvidar. Yo ya no sé si hay algo que quiera de verdad."
La princesa prometida.

jueves, 11 de agosto de 2016

Una playlist sin compartir

En realidad, cuando estiras un chicle no se debilita por el centro ni por ambos lados: hay un lado que tiende a estirarse más y a romperse antes. Cuando un chicle se va a romper, primero lo hace una de sus partes y, como consecuencia, se rompe todo. 
Su parte estaba más frágil que la mía y la barrera era más consistente porque, ciertamente, yo ni siquiera había hecho el intento de levantar un muro entre ambos. Quizás hace tiempo lo habría hecho pero de tal manera que nos rodease a los dos, apartados del mundo hostil, ajenos a cualquier catástrofe y preparados para ser sólo uno. 
Sin embargo, tenemos la manía de cambiarlo todo y remover la historia; dejando atrás todo lo que juramos que permanecería. Pero nada permaneció porque, por lo visto, tirar los trozos que se rompen es más fácil que volverlos a unir y cuidarlos para que perduren. 
Pero no es tan fácil tirarlo todo por la borda y seguir como si el mar lo engullese. 

Qué hago yo ahora con el día que entré en su coche y cuando paramos apoyé la cabeza en su hombro. O qué hago con todas las películas de cine surrealista que nos quedan por ver o con las fotos colgadas de una cuerda o con el cuaderno que le escribi y que se está llenando de polvo. Tampoco sé qué hacer con todas las veces que se quería casar conmigo o con la lista de nombres para nuestros hijos. El día en el parque con el perro o cuando pude admitir sin miedo que era lo mejor que me había pasado en la vida y que nunca había estado tan segura de algo, de alguien y de mí. Y qué hago con la estrella y las coordenadas, con la playa, las comidas improvisadas, los festivales, los veranos y la vida que le regalé.
Estuve a punto de hablarle de mi abuela y ahora ya ni siquiera creo que pueda. 
Ni siquiera creo que vuelva.
Enfrentarse a otra vida, así, en frío.
Volver a lo de antes.
La playlist sin compartir, una entrada de cine con palomitas y sin regaliz, cumpleaños sin esperar una felicitación y la mitad de la estantería vacía. 
Porque ya no está. 
Porque se está yendo, poco a poco.
Cuando se dé cuenta, ni siquiera estaré aquí. 


Dime, qué hago yo ahora con dos galaxias.

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