Y, cuéntame, qué fue de Rocamandour. Qué fue de la Maga sin Rocamandour. O qué fue de la Maga sin ti. De ti sin la Maga. Qué fue de los cigarros mojados cuando cayó la noche en París en febrero de aquel viejo año. Qué fue de los charcos donde la Luna era más grande y se movía haciendo ondas cuando tiraste aquel papel con la dirección del café. Qué fue de tu bufanda medio rota, de tus guantes con agujeros, de tus bolsillos vacíos, de tu corazón hasta arriba de nieve. Qué fue de sus ojos con pintura corrida, de sus labios medio rojos medio nada, de sus manos congeladas, de su corazón caliente. Qué fue del reloj que sonaba a media noche cuando la ciudad se apagaba, del café au lait, del mate de más. Qué fue de aquellos cuadros que hablaban de ustedes dos, de sus libros, sus escritos, su pluma sin tinta, su cama revuelta, sus sueños deshechos. Qué fue de tu francés con un toque argentino, del pelo mojado.
Qué fue de sus fantasmas, sus sombras, su nombre en mitad de la madrugada, su voz partida, sus dedos larguiduchos, sus dientes imperfectos, sus pecas en el cuello. Qué del día en el que todo duró más de lo que debería, del día en el que Madame Léonie leyó las líneas de sus manos y aparecían tus recuerdos o del viaje a Buenos Aires. Qué fue de los tickets de metro, del río sinfín, del invierno más frío de la historia, de lo efímera que fue la Maga, de la niebla. Qué fue del amor, l'amour, la vie.
Qué fue de la Maga. De la Maga sin ti. De ti sin la Maga. De ti sin ti.
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