"«Amor verdadero y grandes aventuras», yo creí en eso en cierta ocasión. Pensé que mi vida iba a seguir esos derroteros. Rogaba porque fuera así. Está claro que no lo fue, pero no creo que todavía existan grandes aventuras. Hoy en día no hay nadie que desenvaine la espada y grite: «Hola, me llamo Íñigo Montoya. ¡Tú mataste a mi padre; disponte a morir!»
Y del amor verdadero también os podéis olvidar. Yo ya no sé si hay algo que quiera de verdad."
La princesa prometida.

jueves, 24 de octubre de 2013

Ellos tenían eso que nadie tenía.

Es curioso cómo pasa el tiempo y no nos damos cuenta. O cómo de caro puede llegar a ser el tiempo. Quién iba a decirme que seguiríamos aquí cinco años después. Después de la noche más mágica del escenario. Quién iba a decir que estaríamos todavía por aquí, sin vosotros. La noche que lo cambió todo y ni siquiera lo sabíamos. Cuando miras hacia atrás ves que tu vida ha dado un cambio inimaginable y te viene a la mente un día, un día marcado en rojo con rotulador permanente. El 24 de octubre de hace cinco años, llegó mi cambio. Mi cambio, la suerte, la casualidad, puedes llamarlo como quieras. Ahí estábamos, un día cualquiera que no sería cualquiera nunca más. De repente empieza a aparecer todo lo que buscabas y ni siquiera sabes por qué. Esperar merece la pena, lo prometo. 

Lo que me parece bien es que el grupo de mi vida se separase, nunca pensé que diría esto. Mi escritor favorito escribió una vez que todo dura siempre algo más de lo que debería y qué razón. Pocas frases se nos graban en la piel hasta hacernos sangrar. Tengo que decir que debemos retirarnos en el momento justo para ser eternos. Si esperamos más seremos olvidados y si esperamos poco nunca seremos recordados. Hay que aprender a irse y no volver, hay que aprender a quedarnos escritos en la historia y nada más. Voy a escribir sobre ellos para no olvidarlos, para que sepan que se fueron cuando estaban en la cúspide, se fueron cuando debieron irse y me alegro. Se fueron siendo queridos, siendo grandes y siendo héroes. Lo que no sabía entonces es que era la última noche y qué mejor forma y qué mejor recuerdo y qué mejor que ellos. 

Si viviese en Hogwarts y tuviese que invocar un patronus, recordaría a Chema mirándome, sonriendo y señalándome con el dedo "a ella, esto es para ella". Recordaría sus saltos, recordaría los gritos envasados al vacío de Elena, recordaría a Berta diciéndome que tengo un don y recordaría una frase que decía algo así como "si tú quieres, seguro que volverá" y volvería. Volvería allí, volvería con ellos, volvería el don, la suerte, el móvil sin batería, la botella sin agua, el cuerpo cansado por el peso de la felicidad. Pero volvería. ¿Quién no? ¿Quién no quiere girar la cabeza y ver que detrás hay nueve mil personas esperando para llegar hasta donde estás tú? Tú. Allí. Parada. Allí. Consiguiendo lo que llevabas esperando toda una vida. Que lo sueños se cumplen y no teníamos ni idea de ello y que quien la sigue la consigue, qué verdad. Y el verde de las zapatillas era tan verde que la esperanza se quedó sin color y la llevaba yo bajo mis pies. 

Creo que la historia nos da un golpe de suerte y ahí decidimos si creer en ella o no. Decidimos si queremos crear nuestra racha de suerte o si queremos que se quede en una noche con magia y ya. Para mí fue una vida con suerte. Incluso cuando llegó la noche más negra un año después y mi abuela pensó que era mejor irse, incluso cuando me perdieron por el camino, los perdí a ellos y me perdí yo misma. Incluso cuando vi la muerte delante de mí, incluso después de todo, aquí esta la suerte. Aquí estamos. Poco a poco y día a día y todo por una noche, una bendita noche.

Esa noche la felicidad nos aplastaba. Y lo que daría por esconderme en un armario, pensar muy fuerte en esa noche y volver allí y vivirla una y otra vez.

"Gracias, fue tan bonito por darme tanto."

Momentos congelados. Me da igual la calidad de la foto.









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