"«Amor verdadero y grandes aventuras», yo creí en eso en cierta ocasión. Pensé que mi vida iba a seguir esos derroteros. Rogaba porque fuera así. Está claro que no lo fue, pero no creo que todavía existan grandes aventuras. Hoy en día no hay nadie que desenvaine la espada y grite: «Hola, me llamo Íñigo Montoya. ¡Tú mataste a mi padre; disponte a morir!»
Y del amor verdadero también os podéis olvidar. Yo ya no sé si hay algo que quiera de verdad."
La princesa prometida.

martes, 9 de julio de 2013

De lo que habría pasado si.

Creo que la historia de Oliveira y la Maga es digna de ser recordada. Todas las historias deberían estar escritas en una novela y ser convertidas en eternas. Y sí, creo que el amor verdadero es el que se va, es el que dura, es el que permanece y cuando quieras que vuelva sólo tienes que volver a imaginar a esa persona, imaginar que te la cruzas, imaginar que la miras, imaginar que la sueñas. Y ahí está la magia: en no pertenecerse nunca más, en soñar que un día cualquiera os vais a cruzar por las calles más oscuras de París. La persona que, de repente, se convirtió en el para siempre de la historia.

Quiero no quererte, ni tenerte, ser sin ser, estar sin estar, como hasta ahora, como nunca y como siempre y así (y sólo así) podemos hacer legendaria la historia. 

Oliveira llevaba razón, París nos destruye y tú eres como París. Destruyes, enriqueces, arrasas y me arrastras hasta el final. Y así fue como se encontraron, cuando dejaron de buscar, cuando dieron por perdido hasta lo que nunca llegaron a tener. Y más magia, lo inimaginable. Siento que estoy dentro de la historia y que un día él se levantará y dejará de verla por todas partes para encontrársela de frente, ahí, en el Ponts des Arts esperando a que ocurra nada para que cambie todo. Fumando, mojada, tiritando, esperando la casualidad de su vida, la más grande. Entonces él volverá a mezclar la realidad con la memoria traicionera y todo quedará en el encuentro fortuito y efímero. Y nada más. Pero, ¿qué más da? ¿Quién quiere alargar la historia que ha llegado a todos los rincones de nuestros cuerpos? ¿Quién quiere más si cuando llegas al último capítulo éste mismo te devuelve al principio y termina convirtiéndose en un sinfín de palabras con significados variados según la noche? ¿Quién quiere, realmente, un final con final? 

El mundo es un pañuelo y Buenos Aires y París nunca estuvieron tan cerca. Y yo (te) aseguro que la ventana desde donde se veía la rayuela (te) llevaba hasta el cielo. Y, ya sabes, el cielo está donde tú prefieras y el mío es tu habitación y el suyo era París y el de ella era Buenos Aires. 

No me preocupo porque nada nos separa, porque tú nunca llegas del todo, te quedas ahí en medio, lo calculas todo (incluso la distancia) y cuando el mapa de tu cabeza está terminado decides quedarte o irte y te odio por ello y te dejo de odiar. Si nunca te quedas, nunca te irás. No te quedes, ya me quedo yo por los dos. 

No sé qué ha sido de la Maga, pero fue, ¡por supuesto que fue! Fue porque nadie inventa a una persona llamada Maga o Lucía y hace como que no existe, porque es imposible cruzarte con la magia personificada e insistir en que sólo es una invención de todo lo que no ha sido. Y Cortázar se sentó con su Maga personal a observar las nubes y se quedaban allí años luz y se miraban y poco más. Pocas palabras, demasiado que decir y no quiero imaginar todo lo que dejó sin escribir. 

Un día decidieron separarse sabiendo que volverían a encontrarse, lo hacían muy a menudo porque sabían que terminarían en el mismo café, en la misma esquina o en el mismo puente. Desafiaban al destino y a las casualidades y siempre se encontraban y terminaban en la cama y cuando él se fue... Bueno, de eso no sé mucho más. (Pero volvió, las personas nunca nos vamos del todo. O eso me gusta creer).

Que nadie me venga a decir que no volvieron a verse nunca más, por favor. ¿Cómo no van a volver a tocarse, a sentirse? Y tú no te vayas a separar de mí ni a juntar, tú quédate quieto que yo me encargo de que te quedes mirando como un imbécil sin saber qué hacer ni qué decir. 

Personalmente, no puedo preguntarle a Julio Cortázar qué pasó porque, en fin, no llegamos a coincidir en tiempo y espacio; tampoco pienso investigar sobre la verdadera historia porque es mejor dejarse llevar por la imaginación y por la visión que tenemos del amor o llámalo X; tampoco espero contestación a la carta que le dejé en París pero sí que sé que las rayuelas te llevan al cielo y que su cielo se llamaba Maga. Y tiró la piedra y cayó en el número correcto de la calle correcta de la ciudad correcta y allí estaba. Con sus medias rotas, su cigarro consumido, sus lágrimas y su pelo mojado. Allí estaba. Las piedras no sólo están para tropezar, a veces nos llevan hacia el camino indicado. Y los recuerdos son dibujos hechos con tizas en el suelo y casillas de colores y que cuatro simples líneas pueden llevarte a la eternidad. 

"Te prometo una cosa: acordarme de vos a último momento para que sea todavía más amargo."

Y tú sigue parando el tiempo en abril.

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