"«Amor verdadero y grandes aventuras», yo creí en eso en cierta ocasión. Pensé que mi vida iba a seguir esos derroteros. Rogaba porque fuera así. Está claro que no lo fue, pero no creo que todavía existan grandes aventuras. Hoy en día no hay nadie que desenvaine la espada y grite: «Hola, me llamo Íñigo Montoya. ¡Tú mataste a mi padre; disponte a morir!»
Y del amor verdadero también os podéis olvidar. Yo ya no sé si hay algo que quiera de verdad."
La princesa prometida.

jueves, 21 de febrero de 2013

París no queda tan lejos.

Querido J. C., 


¿Qué le explico? Un día leí una de sus frases que decía algo como que todo dura siempre un poco más de lo que debería.

Y, créame, no sabe la razón que tenía. El caso es que cada vez que ocurre algo pienso en esa frase y me pregunto si no debería haber terminado todo antes (a veces también pienso que por qué ha terminado).
Le diría que me siento un poco Maga pero soy más Oliveira que otra cosa y eso me aterra. No sé por qué tuvo que inventar a ese personaje, cada vez que leo sus frases siento que me está retratando y es horrible. Y no porque deteste sus escritos sino porque aparezco como un personaje cínico, un tanto escéptico, que quiere querer y no sabe, que sólo necesita su propio mundo y que está solo (sobre todo que está solo).

Y mira que usted intenta explicar qué es la soledad pero no consigo entenderla.
Le diré algo: si hubiésemos coincidido en la misma época yo hubiese sido más Maga y usted más Oliveira. Siempre he querido una historia que contar y nunca he tenido una. Y siento que la suya es un poco mía y que la imposibilidad de estar dentro de ella hace que sea más mía y menos distante.

Hace poco tuve que admitir a alguien (no sé si muy cercano o muy lejano, los extremos confunden) que era peor ser destructiva que destruida. Y sí, está en lo cierto: yo formo parte del primer grupo. Y su novela, a veces, me enseña que la (auto)destrucción no es tan espeluznante como la pintan. Destruir también es bonito, creas cosas nuevas. No sabes todas las nuevas personas a las que he creado (creo que incluso han nacido monstruos).

No sé por qué le digo todo esto, no sólo porque se trate de usted sino porque le estoy escribiendo a un muerto (con perdón); aunque ya  lo hice más veces.
Sin embargo, tras leer todo ese romanticismo, tras tener grabadas a fuego sus grandiosas frases y tras soñar que con una rayuela se puede llegar al cielo; se fue sin explicarme una cosa: ¿cómo se supera a alguien? Y, mire, no hablo de olvidar. Hablo de superar. Superar conlleva saber vivir sin alguien, tener una vida propia y no destruir a los demás. Significa ser destruida. Me horroriza no volver a enamorarme y no por el hecho de ir en contra de la sociedad (todos tienen miedo a enamorarse, yo tengo miedo a no poder hacerlo), es simplemente que no volver a enamorarme significa que existe una incapacidad para superar a alguien. Eso me aterra.

Deje de mirarme así y dígame que fue feliz con la Maga.

Hasta pronto, T.

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