"«Amor verdadero y grandes aventuras», yo creí en eso en cierta ocasión. Pensé que mi vida iba a seguir esos derroteros. Rogaba porque fuera así. Está claro que no lo fue, pero no creo que todavía existan grandes aventuras. Hoy en día no hay nadie que desenvaine la espada y grite: «Hola, me llamo Íñigo Montoya. ¡Tú mataste a mi padre; disponte a morir!»
Y del amor verdadero también os podéis olvidar. Yo ya no sé si hay algo que quiera de verdad."
La princesa prometida.

viernes, 3 de agosto de 2012

Hasta siempre.

Parece que no son leyendas urbanas. Es cierto: nunca olvidas a la persona que te cambió la vida. Entonces apareces tú (en mi mente, nunca fuera de ella). Y me pregunto en qué momento lo removiste todo, en qué momento todo quedó patas arriba. Destrozado, como si el mayor huracán hubiese pasado por aquí. Ése eras tú, un huracán; un terremoto; el más grande.
Está todo superado (quizás sea mentira). ¡Qué cosas! Y he comprendido que no duele necesitarte, duele saber que no te necesito. Duele saber que mi vida se ha separado de la tuya. Duele saber que hay muchos caminos; duele saber que tu nombre nunca aparece; que las canciones no hablan de ti; que las barras de los bares no me preguntan por ti; que la vida pasa y no me preocupa que no llegues. Duele aceptarlo, no vivirlo.
¿Por qué nunca me preguntabas por quién decidí gritar? Ni siquiera por quién callaba. Eras tan inalcanzable que te limitabas a vivir el momento. Nunca he  conocido nadie así, ni siquiera ésta supuesta vividora. Qué extrema pobreza.

Te prometo que jamás te voy a olvidar. Aunque pase una eternidad, aunque el sol se apague, aunque todo se derrumbe, aunque el mundo quiera terminar, aunque los infinitos dejen de serlo. Nunca, nunca, en mi puta y jodida vida voy a olvidarte.


Cuídate, cuídate como nadie te podrá cuidar (ni siquiera yo).

No hay comentarios:

Publicar un comentario