"«Amor verdadero y grandes aventuras», yo creí en eso en cierta ocasión. Pensé que mi vida iba a seguir esos derroteros. Rogaba porque fuera así. Está claro que no lo fue, pero no creo que todavía existan grandes aventuras. Hoy en día no hay nadie que desenvaine la espada y grite: «Hola, me llamo Íñigo Montoya. ¡Tú mataste a mi padre; disponte a morir!»
Y del amor verdadero también os podéis olvidar. Yo ya no sé si hay algo que quiera de verdad."
La princesa prometida.

viernes, 20 de abril de 2012

Fotos rotas.

Mezclar todos los recuerdos con pinceladas de acuarelas. Que nunca pierdan el color. 

Tengo ganas de volver. Pasar las tardes en el cine. Un beso en el portal. Paradas de autobuses. Veranos en la playa. Mañanas desayunando en la mejor cafetería de la ciudad. No entrar a clase para sentarnos en un parque y comernos a besos. Quedar en la tienda de la esquina y que suene 'no queremos ser como los demás'. Hacer el amor en cada rincón del país. Planear un futuro. Viajar por todo el mundo. Reventar los colchones. Escribir un deseo por separado en un papel y tirarlos a una hoguera. Mensajes con canciones. 

Abrazos que nunca terminan. Noches en vela. Pasear cogidos de la mano. Reírnos de todas las personas que pasan a nuestro lado. Entrar a un fotomatón y salir flasheados. Bailar. Ver los partidos de fútbol tirados en la cama. Poner los dibujos animados y acabar follando. Ver películas. Discutir porque tú quieres una película de humor absurdo, yo quiero una comedia romántica y acabamos tapándonos los ojos con las manos porque nos da miedo la que estamos viendo. Siempre era así. Comer juntos. Ir al restaurante más bonito del centro, al lado de la catedral, y que me invites a una pizza y a unos macarrones con tomate y queso gratinado. Pasear por calles viejas, perdernos, cruzarnos con coches de caballo. Andar por la calle San Fernando, ver el hotel más lujoso y soñar con que un día estaremos allí. Pelear porque quieres que nuestra hija se llame Macarena y yo sólo quiero que se llame Claudia. Un ático en el centro, con terraza. Y dos televisiones. Y te acompaño al campo cada vez que juegue tu equipo. Viajar a Madrid en el Puente de la Constitución. Acompañarte al cementerio el día que seas capaz de ir y llevarle flores. Meternos en la ducha. Darnos una llamada perdida todas las noches cada vez que nos vamos a dormir. Compartir canciones y cama pero nunca compartir amigos. Emborracharnos los dos solos y llorar de alegría. 
Envejecer juntos. 


Y cuando llego allí, me invitas a salir vestida de princesa y un taxi nos espera y el mundo se acelera. Cien mil bares dando vueltas y tú y yo en esta noria. Retratos de una noche en los fotomatones. 

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